La cicatrización descrita con anterioridad es el modelo fisiológico de la cicatrización normal. Sin embargo, a veces la cicatrización no se desarrolla correctamente, en cuyo caso se habla de cicatriz patológica, que puede ser el resultado de un retraso en la cicatrización (que da lugar a una herida crónica) o de un exceso en el proceso de cicatrización (Figura 8).
Figura 8. Cicatrización ideal, insuficiente, excesiva.
Estas cicatrices patológicas adoptan dos formas clínicas: las cicatrices hipertróficas y las cicatrices queloides, estas últimas con una fase inicial idéntica a la de las cicatrices hipertróficas. Se distinguen por su evolución: las cicatrices hipertróficas tienen una evolución espontánea favorable tras un periodo de 12 a 18 meses, la mayoría de las veces por un aumento de la cicatriz,mientras que las cicatrices queloides no muestran ninguna tendencia de mejora espontánea.
Debido a una cicatrización excesiva, la cicatriz hipertrófica es gruesa, eritematosa y a menudo pruriginosa (Figura 9). A diferencia de las cicatrices queloides, permanece limitada a la zona afectada y no se extiende.
Figura 9. Cicatriz hipertrófica
Las cicatrices queloides se caracterizan por un exceso de actividad durante el proceso de cicatrización, que da lugar a fibras de colágeno gruesas, hialinizadas, desorganizadas y excesivas (Figura 10) [8]. Aunque la matriz extracelular es abundante, hay poca celularidad. El aspecto se describe como en «patas de cangrejo», dado que sobrepasa el lecho inicial de la cicatriz,al contrario que las cicatrices hipertróficas.
Figura 10. Cicatriz queloide.
El mecanismo de aparición de estas cicatrices aún no se conoce demasiado. Se han planteado varias hipótesis: una activación prolongada de la fase proliferativa de los fibroblastos, una disminución de la apoptosis, un aumento de los inhibidores de la metaloproteinasa, una disminución de la actividad de la colagenasa.
Se han identificado algunos factores de riesgo respecto a la aparición de estas cicatrices: fototipo oscuro, factores hormonales (más frecuentes durante el embarazo y la pubertad), orientación de la herida respectode las líneas de tensión de la piel y localización de la herida (Figura 11).
Figura 11. Localización de queloides, frecuentes en rojo y poco frecuentes en amarillo.
Referencias
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